miércoles, 28 de febrero de 2024

LLAMADOS A UNA VIDA DE SERVICIO

Es evidente que seguir a Jesús es complicado. Complica nuestra vida tener que arrodillarse y servir al necesitado, al indefenso, al oprimido y explotado. Primero, esa actitud exige un lavado serio de suficiencia y prepotencia, y luego un empape pleno de mansedumbre y humildad. Y eso no es nada fácil ni está al alcance de nuestras manos. Necesitamos al Espíritu Santo, para eso lo hemos recibido en el día de nuestro bautismo. Con Él todo será diferente y nuestra fortaleza nos irá fortaleciendo para ir superando, día a día, las dificultades que nos pone nuestra soberbia, nuestro orgullo, nuestra prepotencia, nuestra suficiencia…etc.

Nuestra subida a Jerusalén, nuestra propia Jerusalén, está llena también de dificultades. Quizás no tantas ni tan duras como las de Jesús, nuestro Señor, pero sí, en proporción a nuestras limitaciones, lo suficiente duras como para impedirnos seguir adelante. La receta para terminar nuestra propia subida la sabemos:  Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos». Eso debe bastarnos para dejar claro la característica de cómo ha de ser nuestra subida:  servir y servir, sobre todo a los más pobres y necesitados. Y si piensas otra cosa y tu objetivo es otro, debes desistir o dejarlo. Ese no es el Camino, la Verdad o la Vida.