viernes, 21 de mayo de 2021

UN AMOR CONDICIONADO A NUESTRA RELACIÓN CON LOS DEMÁS

Jn 21,15-19

Amar a Dios está plenamente relacionado con nuestro amor al prójimo. De modo que - todos lo sabemos - amar a Dios y al prójimo forma digamos, por ese orden, el primero de los mandamientos. Será inconcebible e incomprensible decir que amamos a Dios si no amamos al prójimo. Por tanto, nuestro amor a Dios viene condicionado por nuestro amor a los demás.

Digamos, que por repetirlo no sea, que nuestro amor a Dios tiene su fundamento en nuestro amor al hombre. O lo que es lo mismo, mentimos si apoyamos nuestro amor en simples palabras y actos de piedad eludiendo nuestra relación o preocupación con los más necesitados. Por tanto, el amor a nuestro Señor se manifiesta y prueba en nuestro amor al prójimo. Ese prójimo que tenemos al lado y manifiesta carencias tanto materiales como espirituales necesarias para el equilibrio y sentido de su vida.

Todo depende del amor hasta el punto que definimos a Dios como Amor. Dios es amor, decimos, y nosotros que venimos de Él somos también amor. Un amor que Jesús, el Hijo de Dios, interpela en el Evangelio de hoy por tres veces a Pedro. Y un amor que está supeditado y condicionado al amor a los hombres y mujeres de este mundo. Porque, si dices amar a Dios, lo demuestras en la medida que amas a tus hermanos.