martes, 5 de septiembre de 2023

¡EN NOMBRE DEL SEÑOR, CÁLLATE Y SAL DE MÍ!

En muchos momentos, asistidos por el Espíritu de Dios, sucede que tendremos que actuar como Jesús: ¿Cállate y sal de mí!, porque el demonio está al acecho y cuando observa que alguien se acerca al Señor y permite que la Gracia y Misericordia del Señor le deslumbre y le acoja, actúa y trata de separarlo y alejarlo del Señor.

Nos preguntamos si realmente estamos preparados para responderle al Maligno en esos momentos que trata de seducirnos con sus propuestas y adulaciones. Nos miramos en Jesús que así lo hizo no haciéndole caso a sus adulaciones o reconocimientos. Nos está prohibido dialogar con el demonio. Si así lo hacemos saldremos siempre perdiendo porque es más fuerte que nosotros y más inteligente.

Experimentamos, al menos a mi me ocurre, que la lucha con el demonio es constante y despiadada. Las tentaciones están al orden del día y aprovecha cualquier error, debilidad o confusión para lanzar sus seductoras propuestas y engañarnos. Mundo, demonio y carne son los peligraos más graves de nuestra alma. El demonio domina ese campo y actúa a su anchas y con mucha ventaja.

Experimentamos la necesidad de estar siempre cerca del Señor. La frecuencia de la Eucaristía y la fortaleza de la Gracia en la reconciliación son armas muy importantes para la lucha contra el demonio que nos asedia y quiere separarnos del Señor. No nos confiemos y, a pesar de nuestras caídas y flaquezas, tengamos siempre nuestra lámpara encendida y dispuesta para acudir a la llamada del Señor.