sábado, 15 de abril de 2023

EL MAYOR TESORO EN MANOS DE POBRES Y PECADORES

A parte del Misterio inefable fuera del alcance del hombre, resulta que Jesús toma lo más pobre e inútil para dar a conocer su Palabra. Diríamos a la dificultad que ya tiene el creerlo se suma la pobreza e inutilidad de los elegidos para darlo a conocer. ¿Se entiende esto? Porque, nuestra razón nos dice que tomemos a los más inteligentes y capaces de dar a conocer un mensaje concreto. Es lo propio y de sentido común y lo que hace toda empresa.

Al parecer eso no son los planes de Dios. Será siempre mejor probar su Poder y su Palabra tomando lo más pobre en todos los sentidos, tantos materiales como intelectuales. Dios, vemos, se vale de lo más pequeño para dar a conocer lo más grande:  Su Amor Infinito y Misericordioso. Toma a unas mujeres cuya palabra en su época no tiene ningún valor y a dos desencantados que se retiran fracasados a su pueblo. Y los demás no les creen nada.

Pero este acontecimiento tan lejano en el tiempo no está lejos de nuestra actualidad de hoy. Parece que se dan en el mismo tiempo y actualidad. Nos sucede lo mismo, nos lo dicen unos pobres curas, misioneros o familiares y amigos a los que no le damos crédito. Quizás si nos lo dijera algún poderoso del momento y nos facilitara un buen empleo y cierta posición de privilegio nos sería mucho más fácil creer. Y eso parecería lo lógico que Jesús hubiese hecho, tomar a gente con poder, influencia y prestigio.

Nada de eso. La fe nunca será impuesta, ni seducida, ni adulada. Menos sobornada. La fe es un don de Dios que te viene dado en la medida que tú lo pidas, lo busques y te dejes seducir por la verdad de la Palabra que el Señor te regala. Porque solo esa Verdad te hará libre y te dará esa felicidad que buscas eternamente.

Y esa es la razón por la que Jesús, el Hijo de Dios se hace hombre, sencillo, humilde y pobre y así se manifiesta a los hombres. Y, por Amor, entrega su Vida para que así crucificado en la Cruz entiendan el verdadero significado de su Infinito Amor Misericordioso. Ahora nos toca a nosotros creerle o rechazarle. De cada uno de nosotros depende. Así de sencillo y claro.