Posiblemente, el
más mínimo detalle, por insignificante que parezca tiene gran importancia,
hasta el extremo de que puede ser la clave del éxito, de la comprensión o del
cambio de cualquier persona. De ahí que hay que cuidar todos los detalles por
insignificantes que parezca.
En el Evangelio de
hoy, Jesús, el Señor, nos habla de eso: (Mt 5,17-19): En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir
la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os
lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la
Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos
más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de
los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el
Reino de los Cielos».
El amor se
manifiesta tanto en lo grande como en lo pequeño. Los detalles fortalecen el
vínculo del amor, porque, el amor es un compromiso, no una pasión o un placer.
El amor es la búsqueda del bien de otra persona, y, referido al matrimonio, es
la búsqueda del bien de ambos por ambos, valga la redundancia.
Tenemos un modelo
para fijarnos: El Amor con el que nos ama nuestro Padre Dios, y al que hace
visible nuestro Señor Jesús, el Hijo encarnado en Naturaleza humana. Fijándonos
en Él, y tomándolo como referencia, el amor nos lleva al cumplimiento de la
ley, incluso en los detalles mínimos, como las caricias, las miradas, la
atención constante y el desvelo, que siendo, aparentemente, actos insignificantes
y pequeños, dan al amor su propia esencia y su grandeza.