Queremos atrapar
con nuestro entendimiento lo que nos es imposible. Y eso nos ensoberbece hasta
el punto de revelarnos y no creer en la Palabra del Señor. No podremos
imaginarnos, por mucho que pensemos, de como será la otra vida. La verdadera
vida eterna. No entra en nuestra razón y será mejor dejarlo en manos de nuestro
Padre Dios.
Nuestra razón nos
lleva a pensar en una vida parecida a la que vivimos en este mundo. Pensamos en
matrimonios, familias y cosas parecidas a las que vivimos ahora sin pararnos a
pensar que nada de esto tendrá lugar allí. Pero, se nos hace imposible
imaginarnos nada que no sea como lo de este mundo nuestro.
Es evidente que la
vida eterna es otra vida, hasta ahí podemos llegar, pero imaginárnosla no es
imposible. Eso sí, podemos pensar que tendrá que ser algo maravilloso,
inaudito, inimaginable de gozo y felicidad plena. Porque, estar con el Señor es
la dicha plena de gozo y felicidad.
Pienso que lo
verdaderamente bueno y esperanzador es vivir nuestro presente con la esperanza
de alcanzar un mundo nuevo, eterno y pleno de gozo y felicidad. Porque, eso es
lo que realmente sentimos dentro de nosotros, en lo más profundo de nuestro
corazón y a eso es a lo que queremos llegar. Y es que experimentamos que cuando
realmente amamos es cuando más felices somos. Amar es el denominador común que
experimentamos todos los mortales y que, de una u otra manera buscamos, y que
cuando lo realizamos experimentamos gozo y felicidad.
Por tanto,
tratemos de amar y dejar en manos de Dios que nos prepare ese lugar que el
Hijo, nuestro Señor Jesús ha ido a prepararnos (Jn 1, 12).