lunes, 24 de marzo de 2025

EL PELIGRO DE NO RECONOCER EL TALENTO DEL OTRO

Es fácil caer en el peligro de mostrarse indiferente ante el talento del otro. Sobre todo si ese otro es alguien de afuera, o contrario a nuestra manera de pensar. La vida nos ha mostrado muchos ejemplos de ese cainismo que está anclado en nuestro corazón. Y es, precisamente, esa inclinación al mal la que debemos tratar de expulsar de lo más profundo de nuestro corazón en este tiempo de conversión y fe – Cuaresma – que se nos brinda como oportunidad de salvación.

Es cierto que nos cuesta quedarnos en segundo plano. Es cierto que nos duele que se mire al otro mejor que a mí, pero es ese dolor el que nos purifica y nos abaja de nuestro pedestal de soberbia y suficiencia. Es la cruz de la humildad la que nos salva, no el talento o la suficiencia, que sólo sirven para entregarlas – para eso se nos han dado -  en servicio al que lo necesita.

Ahí está establecida la lucha. Dejarnos llevar por nuestra soberbia significa hundirnos en los celos y envidia por el talento ajeno, y eso nos descontrola, nos empobrece y nos deja vacío de contenido y de esperanza. Tratemos de ser humildes y de reconocernos pobres y, nunca, mejores que otros.