viernes, 23 de julio de 2021

ÉXITOS Y FRUTOS

 

No es lo mismo tener éxito que dar frutos. Aunque, así mirado de prisa, parece lo mismo, hablamos de algo muy diferente. Es verdad que tener éxito es sinónimo de fruto, pero, tanto el éxito como el fruto no tienen mucho que ver en sentido propio. Porque, mientras uno se refiere a tener fama, alcanzar admiración y asombro, el otro se refiere a los beneficios, mejoras y compensaciones pensando en los demás.

El éxito se mira a sí mismo, se queda en sí mismo y se regodea en sí mismo. Todo empieza y acaba en él. Es narcisista y lo que busca y espera son alabanzas y reconocimientos. Sin esos estimulantes y alabanzas el éxito se siente frustrado y fracasado. Sin embargo, el fruto, que puede venir del éxito, pero no depender de él, es más tardío, más lento y se transmite poco a poco. Se cuece a fuego lento, pero todas sus aspiraciones van encaminadas a servir a los demás.

Por sus frutos los conoceréis, reza esta frase en el Evangelio - Mt 7, 16-21 - y no por sus éxitos, agregamos nosotros. Porque, puedes tener mucho éxito y los frutos quedarse en ti mismo. Estaríamos hablando de egoísmo narcisista que anularía todo fruto. Por otro lado, el éxito es efímero, puede ser hoy y mañana no. Y olvidarse pronto. La historia está llena de muchos ejemplos.

Sin embargo, es bueno preguntarnos, ¿dónde están los frutos de mi trabajo, "éxitos entre paréntesis"?  ¿Se han secado y echados al fuego? Los verdaderos frutos tardan en madurar y no se quedan en uno mismo, sino que repercuten beneficiosamente en los demás. Son frutos de verdadero amor y realizados por amor. Desde estos humildes pensamientos podemos preguntarnos: ¿dónde están mis frutos? ¿Trabajamos con y en la esperanza de que salgan a la luz algún día? No nos paremos ahí, sino trabajemos unidos al Señor con la esperanza de que nuestros frutos maduren en beneficios de los que lo necesitan.