viernes, 28 de junio de 2024

UN DIOS CERCANO, PADRE MISERICORDIOSO

Nuestra naturaleza humana nos ayuda a descubrir que Dios, Creador del Cielo y la tierra, está también a lado de sus criaturas. Y digo, nuestra naturaleza humana, porque su debilidad nos exige la presencia a nuestro lado de un Padre Infinitamente Bueno y Misericordioso que nos ayude, nos levante y nos sostenga de nuestras caídas, de nuestros fallos y camino de oscuridad.

Y es que sin un Dios – Espíritu Santo – a nuestro lado, caeríamos con mucha facilidad en las garras del mundo, demonio y carne. La experiencia nos lo demuestra claramente en la lucha sostenida que mantenemos con las drogadicciones, vicios, apetencias y pasiones de nuestra propia y débil naturaleza.

No tendría ningún sentido caminar solos por este mundo, con un demonio al acecho y la debilidad de nuestra propia carne, sin un Dios Padre que nos acompañe y nos levante de nuestras caídas y pecados. Un Dios Padre que nos atienda, que sane nuestras heridas, tanto físicas como espirituales, tal es el caso del leproso del Evangelio de hoy, y nos acompañe hasta el final de nuestro trayecto en este mundo.

Un Dios que, eso sí, deja actuar nuestra libertad, regalo de su creación, para que seamos nosotros los que decidamos abrirnos a su asistencia y ayuda y, creyendo en Él, sigamos sus pasos y estela confiando en su Palabra. Un Dios cercano que se nos ha revelado en la segunda Persona de su Santísima Trinidad, el Hijo, para revelarnos y anunciarnos la Misericordia Infinita del Padre.