No es cuestión de
deseo o de querer. Se trata de compromiso y de dejarse guiar. No obstante Jesús
lo ha dicho en algún momento: Yo soy el
Camino, la Verdad y la Vida. Seguirle implica pues ir detrás de Él. Será Él
quien marque el ritmo, dé las pautas y ponga los objetivos. Él es el Reino y en
El está la misión. Seguirle es cuestión y decisión suya. Es Él quien llama y
envía. Y tanto tú como yo somos los llamados y enviados.
Llamados a muchas
misiones diferentes. Ya lo dice Pablo en – 1ª Corintios 12, 10 – cada cual ha
recibido según y de acuerdo con su misión. Tú, como también yo, debemos, si
queremos seguirle ponernos detrás de Él y será su Espíritu quien nos irá
guiando por el camino que el Señor quiere y nos llama.
Porque, será Él
quien ponga las condiciones y exija el vivirla tal y como Él las vivió hasta el
extremo de entregar su Vida en una muerte de cruz. Sin embargo, hay un peligro
que en la mayoría de las ocasiones nos arrastra al abandono, a perder de vista
la verdad y el rastro del Señor. Hablamos del servilismo que no de servicio.
El servilismo nos lleva al sometimiento del otro y a anular nuestra personalidad quedando a merced de la autoridad del que servimos. Nada de eso, se trata de vivir en la verdad, en la justicia, en el respeto y libertad de los derechos de todos. Preferentemente de los más indefensos, pobres y excluidos. Eso nos lleva a poner el amor y misericordia como bandera de nuestra misión y objetivo de nuestro servicio. Sin olvidar que nuestro camino debe estar asistido, acompañado y supervisado por y en el Espíritu Santo. Es El quien nos fortalece, nos ilumina y nos da la fuerza, voluntad y energía para cumplir esa hermosa misión de amar misericordiosamente como nos ama nuestro Señor Jesús.