sábado, 12 de febrero de 2022

COMPADECIDO, JESÚS DA DE COMER AL GENTÍO

 

Jesús siente compasión por nosotros. Lo hizo durante su vida pública en este mundo y también lo hace ahora a cada instante de nuestra vida. Se compadece de nuestras debilidades y, por su Infinita Paciencia y Misericordia, somos perdonados e invitados a compartir su Gloria para toda la eternidad. ¡Estamos salvados! Posiblemente, no lo advirtamos ni nos demos cuenta de esa realidad, porque, de ser así cambiaría toda nuestra vida y la forma de vivirla.

Eso no nos va a eximir de cargar con nuestras cruces. La muerte es el final de esta vida y tendremos que sufrirla. También, la eternidad en plenitud y a la derecha del Padre tiene una propuesta, el amor. Y no podemos abstraernos ni desviarnos de ese camino. Él nos lo señala con su Camino, su Verdad y su Vida. Sin embargo, como se nos dice hoy en el Evangelio, Jesús se preocupa por el gentío. Sabe que muchos están fatigados, llevan varios días con Él y no quiere despedirlos con el estomago vacío y que puedan desmayar. Preguntan por la comida disponible. Le dicen que hay siete panes y algunos peces. Y Jesús multiplica esa comida para abastecer abundantemente a todos hasta saciarse. Deja bien claro que es el Hijo de Dios; su Amor es incondicional y misericordioso y nada hay imposible para Él.

El Evangelio de Marcos termina así: … Y, pronunciando la bendición sobre ellos, mandó que también los sirvieran. Comieron y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes siete espuertas. Fueron unos cuatro mil; y Jesús los despidió. Y hoy, como si fuera una continuación de esa multiplicación del pan, seguimos alimentándonos del Pan Eucarístico para fortalecernos y no desmayar en el camino de nuestra vida hacia la Casa del Padre. Un camino que se hace duro, que va contra corriente en un mundo que vive de espaldas al mensaje del Señor. Nada ha cambiado. Hoy hay muchos que siguen rechazando el Anuncio de la Buena Noticia o mostrándose indiferente a su Palabra. Las seducciones del mundo debilitan y fatigan tu peregrinar hacia el encuentro con el Señor. Necesitamos ese alimento espiritual – Pan Eucarístico – que nos fortalece y nos da ánimo y aliento para soportar y vencer las dificultades que nos salen en el camino.