Sí, aunque las
apariencias nos engañen, el príncipe de este mundo está derrotado. Esa debe ser
nuestra alegría de cada día. Tenemos un Padre que nos quiere con locura, envía
a su Hijo en nuestro rescate y nos salva del peligro y amenaza de este mundo,
de su príncipe – el demonio – y de las pasiones y tentaciones impuras de
nuestra propia carne.
Esa es la
evidencia que tenemos que tener los creyentes siguiendo y fiándonos de la
Palabra de nuestro Señor Jesús. Es verdad que muchos no lo creen y se dejan
llevar por la apariencia de lo que realmente está sucediendo en muchas partes
del mundo. Parece – como si de espejismo se tratara – y realmente lo son desde
nuestra fe en la Palabra del Señor, que el mal vence y que el príncipe piensa y
cree que vencerá. Algunos se mofan de nuestras oraciones porque no se ve
resultados inmediatos, pero todo llegará a su tiempo, cuando lo decida el
Señor.
Caminamos apoyados
en y por la fe que alimenta cada día nuestra esperanza. Jesús nos lo ha dicho y
prometido, el Espíritu, que ha enviado su Padre, en la ausencia del Hijo, no de
su presencia espiritual sino de la física de este mundo, está en nosotros y
camina con nosotros, nos fortalece y en y por Él somos los vencedores.
Nos conforta y llena de esperanza sus últimas Palabras de este Evangelio: (Jn 16,5-11): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Pero ahora me voy a Aquel que me… en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado».