Nos cuesta ver la
verdad. Sobre todo cuando estamos mediatizados por nuestro egoísmo y por las
apetencias de nuestro corazón herido por el pecado. La leyes de los hombres son
leyes imperfectas, con muchos errores y contradicciones y que presentan muchas
lagunas que perjudican al hombre hasta el punto incluso de matar, tal es la ley
del aborto.
Podíamos seguir
citando muchas leyes que no hacen sino poner dificultades a la vida del hombre,
pero conviene subrayar la oposición del hombre a la única Verdad, aquella que
anunció y nos proclamó Jesús. Primero, Juan el bautista da testimonio de Él y
le prepara el camino. Pero, su principal aval, por decirlo de alguna manera, es
el Padre, su Padre, que le envía y da testimonio de Él. Recordemos el momento
de su bautizo en el Jordán donde se oye la Voz del Padre que presenta a su hijo
como el amado y predilecto.
Observemos que
ellos, sumos sacerdotes, escribas y fariseos, no le critican su mensaje sin el
presentarse como el enviado del Padre y perdonar los pecados. Les molesta eso,
no sus buenas obras. Se quedan cegados por la ira de ver que Jesús habla en
nombre de su Padre Dios y eso les relegan a un segundo plano o les pone a la
altura de todos como hijos de un mismo Padre. Ven comprometido sus
privilegiados puestos religiosos y esconden sus mentiras cegadas en la
oscuridad del pecado.
Y eso ocurrió con Jesús y continúa ocurriendo hoy en nuestros días. No quieren ver la verdad que Jesús, con su Vida y Obras, ha dejado patente en el corazón de los hombres. Su Palabra contiene la única Verdad que todos aceptamos, pero que cegados por la ambición, placeres y riquezas la ridiculizamos y la escondemos con demagogias y mentiras. Pensemos, ¿hay alguna contradicción y malo en lo que Jesús nos proclama con su Palabra? Leemos el Evangelio y vemos que se actualiza en la vida de lo hombres de hoy porque la verdad siempre es actual.