viernes, 4 de marzo de 2022

PRIMERO, DOMINAR NUESTRO CUERPO PARA, SEGUNDO, PONERNOS EN TUS MANOS.

Mt 9,14-15

Nuestra naturaleza está herida. Nacemos con el pecado original y, por tanto, atraídos por nuestra naturaleza humana hacia el mal. ¿Qué es el mal? Pues, sencillamente, esos instintos a satisfacer nuestros egoísmos, nuestras pasiones, nuestras ambiciones y planes que olvidan a los demás sometiéndolos a nuestras satisfacciones y deseos. El mal nos inclina a separarnos, a individualizarnos y a pensar en nosotros tratando indiferente a los demás.

El ayuno significa abstenernos de ese mal y buscar dominar nuestro cuerpo, nuestra mente y corazón poniéndonos en la Voluntad de Dios. En pocas palabras, ayunar significa tratar de cumplir la Voluntad de Dios más  que los preceptos y cumplimientos. Si bien, estos son reflejos de lo otro. Es decir, quien cumple la Voluntad de Dios, reza, hace oración y cumplen con los mandamientos de la santa Madre Iglesia. ¿Y cuál es la Voluntad de Dios? Podemos verlo en – Isaías 58, 1-9ª – y sacar nuestras propias conclusiones.

Ahora, es evidente que estando con el Novio – Jesús – no es momento de ayuno, sino de fiesta. Él representa esa Banquete al que hemos sido invitados – Eucaristía – y en donde quedaremos saciados de Vida Eterna. Sin embargo, sabemos por experiencia que hay momentos duros, de vacilación y duda y donde el Maligno se aprovecha para tentarnos y confundirnos. Quizás sea ese el momento de tratar de dominarnos, de fortalecernos, de hacer ayuno tanto corporal como espiritual. Un ayuno de compartir con los más necesitados y más pobres, tanto material como espiritual.

Quizás estemos viviendo unos momentos de persecuciones en los que necesitamos ayunar solidarizándonos con los que sufren guerras ideológicas en las que se quiere secuestrar el mensaje de la Buena Noticia y borrarlo de la humanidad. Quizás sea el momento de un ayuno solidario y comunitario para oponernos a aquellos que, contrarios a la Voluntad de Dios, quieren construir un orden nuevo según su voluntad mostrándose indiferente a la Voluntad de Dios. Ese es el significado de la cuaresma, oración, ayuno y limosna. Observamos que las tres cosas, de las que el mundo carece, hacen mucha falta. La pregunta es, ¿qué podemos hacer nosotros.