miércoles, 26 de enero de 2022

TODOS ACUDÍA A ESCUCHARLE

 

Era una nueva forma de hablar y enseñar. Todos notaban admirados esa diferencia. Jesús hablaba con una autoridad desconocida e insospechada. Sus Palabras tenían cumplimiento y verdad, llevaban esperanzas y sanación. Su coherencia entre lo que decía y hacía era extraordinaria, exacta, firme, inmediata. No se había visto nada igual. Es lógico que en ese contexto sus intervenciones eran seguidas por el gentío que se aglomeraba a su lado llegando incluso a impedirle hablar con cierta holgura.

Precisamente, el Evangelio de hoy nos habla de esa circunstancia: (Mc 4,1-20): En aquel tiempo, Jesús se puso otra vez a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: «Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al…

Jesús nos habla de la siembra de la Palabra en el corazón del hombre – Jr 31, 33 – y le toca al hombre cultivarla y descubrirla. Claro, sólo será  seducido y vencido por el demonio. Necesitará la fortaleza y la acción del Espíritu Santo – recibido en nuestro bautismo – para no desfallecer, no dejarse seducir por Satanás ni por las dificultades ni por los afanes y ambiciones de este mundo. Necesitará el alimento del Espíritu – Cuerpo y Sangre de Cristo – y necesitará el esfuerzo de cada día para que su tierra, impura, contaminada, infectada y sometida a la esclavitud del pecado, por la Gracia de Dios sea convertida en tierra abonada, fertilizada y bien regada por la Gracia de Dios para que dé buenos y hermosos frutos por y para Gloria de Dios.

Tratemos, pues, de abrirnos a esa siembra de la Palabra de Dios acogiéndola y cultivándola para que nuestra cosecha sea buena, bien del treinta, sesenta o ciento por uno.