domingo, 9 de junio de 2024

UNIDOS POR EL VÍNCULO DEL AMOR

Un día te paras, te relajas, te pones en presencia del Señor y observar que las diferencias vienen más por tus propias convicciones y ficciones que de la propia realidad. El mundo se divide porque el hombre imagina cosas que corresponden más a la ficción que a la realidad. Dios, no lo quiso ni pensó así, y sembró en el hombre la semilla del amor. Un amor que sabe distinguir el bien del mal, y que busca la felicidad de todos. Pero, también dio libertad a esa semilla de amor para que eligiera que frutos quería dar: buenos o malos.

Y en nuestra conciencia se dirime el conflicto del bien y del mal. Adán se dio cuenta de que estaba desnudo cuando infringió la orden de Dios y comió el fruto del árbol prohibido. A nosotros nos pasa lo mismo, nos damos cuenta de que hemos actuado mal cuando hacemos lo contrario a nuestra conciencia y dejamos que los frutos de nuestra siembra de amor sean malos. Es decir, nos damos cuenta de que también estamos desnudos, avergonzados, con remordimientos de pecados.

Y ante esta toma de conciencia experimentamos arrepentimiento y queremos salir de esa desnudez y revestirnos de la Gracia y Santidad que nos da la unión con el Señor y el Sacramento de la reconciliación. Y esa bien intencionada acción nos descubre de que estando en el Señor expulsamos al demonio de nuestro corazón.

Sería absurdo expulsar al demonio en nombre del demonio. Eso no tiene pies ni cabeza. Jesús lo deja muy claro: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin».

De cualquier manera, quien nos hará fuerte y vencedores será la Fuerza y el Poder del Espíritu Santo. Él, que está en nosotros desde el instante de nuestro bautismo, será nuestro defensor. Y solo aquellos que le cierren las puertas de sus corazones quedarán a merced del poder del demonio. O dicho de otra forma, cargarán con su pecado y condenación para siempre.

Y es ese mismo Espíritu, de abrirle las puertas de nuestro corazón, quien nos alentará a sentirnos hermanados fraternalmente e injertados todos en Xto. Jesús. De tal manera que todos seremos hermanos en Xto. Jesús si cumplimos la Voluntad de Dios.