miércoles, 27 de febrero de 2019

UNA IGLESIA ABIERTA AL BIEN

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Mc 9,38-40
A veces hay momentos que nos creemos los únicos salvadores y en posesión de la verdad. Fuera de nosotros y de la Iglesia no hay salvación y eso nos puede llevar a confundirnos y a permanecer equivocados. No parece que Jesús dice eso: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros».

Podemos deducir que todo aquel que haga el bien y tenga buenas intenciones de ayudar y de servir está del lado de Jesús, y, aunque, de forma ritual, esté fuera de la Iglesia, está muy cerca y bastante más dentro que muchos de los que nos creemos que la Iglesia es nuestra y de los que están con nosotros. Mucho cuidado, pues, Jesús en una ocasión también dijo: Pero muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros - Mt 19, 30 -.

Es verdad que siempre hay quienes estén a favor y en contra, pero eso no significa que muchos que están alejado de la Iglesia, en cuanto a prácticas, preceptos y cumplimientos, no estén más cerca del Señor que los que están muchos que se consideran dentro y hasta poseedores de la verdad. Sucede que muchas veces estando dentro de la Iglesia tenemos dioses diferentes, porque nos formamos una idea de Dios según nuestro pensamiento y forma de ver las cosas.

Sólo hay un Dios, y ese Dios es el que nos ha revelado nuestro Señor Jesucristo. Un Dios liberador, que se compadece de los oprimidos, de los necesitados, de los que sufren y son marginados y excluidos. Un Dios que viene a dar Vida y a que tengamos la opción de decidir libremente el camino a seguir. El del bien o el del mal. Pero, nunca que seamos víctimas hasta el punto que nos inclinen a la fuerza a alejarnos de Dios. Porque, tanto se nos aleja del camino de Dios por la opresión y esclavitud como por el hedonismo y la corrupción.