viernes, 10 de mayo de 2019

ALIEMENTO QUE DA VIDA ETERNA

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Jn 6,52-59
Jesús es el alimento que nos da Vida Eterna y para ello hay que conocerlo. Es el mismo quien nos dice muy claramente: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él».

Comer tiene un significado simbólico y se trata de ir asimilando ese alimento espiritual que nos vaya haciendo como el Señor. Es decir, parecernos a Él; ir asimilando su mismo estilo de vida y sus mismos sentimientos para con los demás. Por eso, se hace necesario la comunión, en y con Él a través de la Eucaristía, como alimento espiritual. 

Por y para eso se ha quedado real y presente bajo las especies de pan y vino en el Sagrario. Y nos ofrece su carne y su sangre en cada Eucaristía como alimento espiritual que nos sostiene, fortifica, transforma y nos convierte para que vivamos según su Palabra. Necesitamos comulgar para mantenernos en unión con Él, pensar como Él, hablar como Él, hacer y actuar como Él realizando las mismas obras y aun mayores - Jn 14, 12 - y, sobre todo, para amar como Él.

En la Eucaristía Jesús se nos manifiesta real y presente y nos unimos a Él espiritualmente para actuar, pensar, sentir y vivir como Él y junto a Él. Porque sin Él no podremos hacer nada. Es en esos momentos cuando advertimos lo pequeños que somos y lo lejos que estamos de su estilo de vida, de sus sentimientos y de, al menos, aproximarnos a parecernos a Él. 

Descubrimos nuestras pobrezas, nuestras miserias y nuestros pecados. Experimentamos la infinita distancia que estamos de Él y, sobre todo, la necesidad que tenemos de estar a su lado, comer su carne y beber su sangre para, de ese modo, ir asimilando su estilo y sus mismos sentimientos.