La
mentira no se sostiene por sí misma. Puede estar escondida un cierto tiempo,
pero saldrá a la luz, y la luz la descubrirá. Es de sentido común que un árbol
bueno y sano dará frutos buenos y sanos. Y, por el contrario, el árbol malo,
dañado o estropeado, dará frutos malos, dañados o estropeados. La lógica nos lo
dice claramente, lo bueno vive en la verdad y la justicia; lo malo, se mueve en
la oscuridad, la mentira y la injusticia.
―De
algo malo no podrá salir nunca algo bueno ―intervino Manuel.
―Y
de lo bueno, nunca podrá salir algo malo ―añadió Pedro.
―Deducimos
que vivir en la verdad es lo que hará que los frutos de la vida sean buenos y
justos ―resumió, concluyendo Manuel―. Cuando pones tu vida en las emociones
puedes confundirte, pues el amor no se apoya en ellas sino en el compromiso. Se
ama porque te comprometes y eso te ayudará a superar la adversidad y las
emociones.
―¿Una
emoción puede confundirte? ―preguntó Pedro.
―Sin
lugar a duda ―respondió Manuel―. Una emoción satisfactoria puede llevarte a
creer que ahí está la felicidad e incluso esclavizarte. Así, muchas personas
son manipuladas, confundidas y esclavizadas por muchas cosas (dinero, pasión…).
―Al
parecer ―dijo Pedro, con cara de extrañeza― el compromiso no parece la mejor
elección.
―El
compromiso duele, exige esfuerzo y molesta, pero es el verdadero amor. Mira ―siguió
Manuel― observa y piensa en el amor de tus padres. Amarte les ha costado
sacrificarte por ti, y lo han hecho a gusto, voluntariamente, dispuesto y
gustosos. Y, ¿cómo nos quiere Dios? Su Amor es un compromiso, pues si fuera según
nuestra correspondencia ya nos hubiese dejado de amar.
―Es
verdad ―dijo Pedro―. El Amor de Dios es un misterio que no comprenderemos hasta
que estemos frente y junto a Él.
―Sí,
misterio de un Amor comprometido y misericordioso que nos da la oportunidad de
enmendarnos, arrepentirnos y abrirnos a su Amor. Y, en consecuencia, eso terminará
dando buenos frutos.
Manuel y Pedro habían llegado a la conclusión que todos debemos llegar. Somos amados por Dios, nuestro Padre, con un Amor Infinito y Misericordioso. Un Amor que no merecemos y que solo se mantiene porque Dios, nuestro Padre, así se ha comprometido, libre y voluntariamente. No se entendería de otra manera su paciencia y misericordia.