viernes, 25 de julio de 2025

SERVIDORES, Y NO SERVIDOS

Mt 20, 20-28

—Ahí se esconde la diferencia, ¿entiendes, Pedro? No estamos para mandar sino para servir. En el servicio se esconde la autoridad. Porque, no se trata de ser más, sino de servir más en la medida de tus capacidades. De modo que, cuanta más capacidad, más servicio.
—Sin embargo, la realidad nos dice todo lo contrario. La gente quiere mandar, ser los primeros y destacar por encima del otro.
—E incluso, ser servido. Buscamos ser primeros con el objeto de ser servidos, y no servir. Y Jesús, nuestro Señor, nos dice todo lo contrario. Él ha venido a servir y a no ser servido. ¿Te das cuenta?
—Claro que sí, me doy perfectamente cuenta. Y entiendo que eso se nos hace bastante difícil. Ya lo hemos advertido en los mismos apóstoles.
—Claro, es condición humana, querer siempre estar por encima del otro. Ser importante y mandar. Así se lo pidió la madre de los hijos de Zebedeo a Jesús.
—¿Y qué replicó Jesús? Lo podemos leer en el Evangelio de Mt 20, 20-28: «No sabéis lo que pedís». ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber? Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, si la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre». Pero, más tarde, les dice: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».
—Esa es la clave, nos guste o no nos guste.
—Y esa es la lucha de cada día. Una lucha contra nosotros mismos, nuestros propios egos y deseos de ser más que los otros. Es ahí donde precisamente advertimos la necesidad de la asistencia y auxilio del Espíritu Santo. Solo con y en Él podemos vencernos a nosotros mismos. ¿No te parece, Pedro?
—Sí, creo que esa es la cuestión. Ponernos en manos del Espíritu Santo para alcanzar a ser servidores y no servidos.
—Tú lo has dicho.