lunes, 17 de febrero de 2025

¡ESTÁ A NUESTRO LADO!, PERO …

Posiblemente nuestro corazón endurecido y embotado de todas las inmundicias de este mundo, no sólo está dormido sino ciego, sordo y mudo a la presencia de Dios en nosotros. Porque, ¿hemos olvidado que hemos sido creados a su imagen y semejanza? Pues bien, eso significa que somos semejantes a Dios, y, en consecuencia, parecidos en muchas cosas que quizás por ese embotamiento no alcanzamos a descubrir.

Basta con mirarnos para ver el reflejo de Dios en nosotros. Somos parte de Él. Por tanto, amor, misericordia, compasión, ternura …etc. Pero, el pecado, nuestros pecados, esconden esa huella e impronta del ser de Dios en nosotros hasta el extremo que lo ignoramos o le damos la espalda. Y en su lugar exigimos pruebas y signos que nos demuestren la divinidad de Dios.

Dios está dentro de cada uno de sus hijos. Hemos sido creados por Él, y somos sus hijos, semejantes a Él. Por lo tanto, mirándonos a nosotros mismos vemos el retrato de nuestro Padre Dios: somos amor y misericordia, aunque impuros por el pecado, pero limpios por la Gracia de Dios en el Bautismo, y, luego, en las caídas del camino, por el Sacramento de la reconciliación.

Pero, ¿no nos damos cuenta? Queremos amar y perdonar. ¡Sí, nos cuesta!, pero experimentamos que es eso precisamente lo que nos hace feliz. En nuestro camino vamos descubriendo que sin amor y misericordia no podemos vivir. Y es que realmente nuestro origen está ahí, venimos del Amor y Misericordia. Realmente, nos parecemos a nuestro Padre Dios. Esa es precisamente la impronta de nuestro ser y lo que debemos mirar, experimentar y creer. ¡Dios es nuestro Padre!