martes, 25 de febrero de 2020

LOS ÚLTIMOS, LOS PRIMEROS

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Mc 9,30-37
Todo es diferente desde la lógica de Dios. Jesús lo pone de manifiesto cuando rebajado de toda ansia de poder, de riqueza, de prestigio se pone junto a los últimos, los pequeños y los débiles. Y, si pensamos un poco nos damos cuenta que en lo más profundo de nuestros corazones existe y duerme ese sentimiento. Sentimos compasión por los más débiles y pobres y experimentamos una sensación de ponernos siempre al lado del más pequeño y débil.

Y es ahí donde se esconde nuestra felicidad, en la acción del servicio. No hay acción más grande que la de servir, y lo comprobamos cuando experimentamos gozo y alegría después de haber servido a quien lo haya necesitado. Sobre todo a los débiles, pequeños y pobres. Por eso, el niño representa lo más débil, lo inocente y desvalido, el que necesita ayuda, servicio y amor. Jesús nos lo ha dicho así en el Evangelio de hoy.

No se es más grande por tener más; por tener riqueza y poder, o por tener un puesto relevante y gran capacidad intelectual o física. Se es grande cuando eres capaz de estar disponible en el servicio a los más débiles, pobres y desvalidos. Cuando eres capaz de responder en ayuda y servicio a los que verdaderamente están necesitados de ello.

Por lo tanto, siempre me pregunto que, aunque todo es bueno e importante, lo verdaderamente importante es cuidar y salvar la salud del alma, porque esa es la que va a perdurar eternamente en la Casa del Padre por la Misericordia de Dios.