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(Mc 6,53-56) |
Hoy, tú y yo, somos unos privilegiados. No tenemos que buscarle. Sabemos dónde está y podemos visitarle en cada momento y hasta recibirlo como alimento espiritual cada día. La pregunta es: ¿Tomamos conciencia de la presencia del Señor en nosotros? Si aquellas personas creían que con tocar su manto quedaban curados, ¿qué podemos pensar nosotros cuando lo recibimos en Cuerpo y Sangre bajo las especies de pan y vino?
¿Somos conscientes de esa presencia y de ese contacto espiritual que es el mismo Jesús en nosotros? ¿Somos conscientes de que nos configuramos con y en Jesús? Y es más, ¿descubrimos el poder que tiene tener al Señor, no tocarle simplemente, con nosotros? ¿Creemos en ese poder y todo lo que podemos hacer según su Voluntad?
Por ahí van los caminos de nuestra reflexión evangélica de hoy. Es bueno preguntarse la medida de nuestra fe y hasta donde llega. ¿Creo que con y en el Señor puedo hacer tanto como Él hizo y nos prometió que también nosotros podíamos hacer (Jn 14, 12)? Y si no lo hacemos puede ser porque nuestra fe está todavía verde, o porque quizás no sabemos discernir lo que conviene hacer.
Porque no se trata de hacer y hacer y convertirnos en unos magos poderosos. Se trata de hacer lo que conviene, según la Voluntad de Dios, y es bueno para todos los hombres. Se trata de hacer que ayuda a los hombres a la conversión y al encuentro personal con Jesús. Se trata de convencernos que en las Manos del Espíritu Santo podemos hacer lo que el Señor quiere que hagamos.
Porque no se trata de hacer y hacer y convertirnos en unos magos poderosos. Se trata de hacer lo que conviene, según la Voluntad de Dios, y es bueno para todos los hombres. Se trata de hacer que ayuda a los hombres a la conversión y al encuentro personal con Jesús. Se trata de convencernos que en las Manos del Espíritu Santo podemos hacer lo que el Señor quiere que hagamos.