![]() |
Lc 10,13-16 |
Los tiempos van cambiando y con
ellos nosotros también. Hay un gran peligro y es que nos adaptemos a estos
tiempos acomodándonos a su ritmo e instalándonos según nuestros intereses y
religiosidad. Una religiosidad acomodada y establecida por nuestras tradiciones
y acomodos. Pero, ¿es esto lo que nos dice y ha enseñado Jesús? ¿Es ese el
camino que Él nos ha trazado?
Hoy el Evangelio
nos describe a ciudades como Corozaín, Betsaida y Cafarnaún donde tuvieron
lugar muchos signos y milagros de Jesús sin resultado alguno. La indiferencia a
este anuncio del Reino de Dios fue el resultado elegido por aquellas ciudades.
Pero, ¿y qué sucede con nosotros? ¿Respondemos nosotros al anuncio de la
Palabra de Dios? Pertenece a cada uno responder desde lo más profundo de su
corazón.
Mi respuesta es
que no he respondido, al menos como a mí me gustaría. Sí, sé que he hecho
esfuerzos por responder y los estoy haciendo, pero, confieso que quizás me
estoy acomodando a una forma de vida que me asemeja a la gente de aquellas
ciudades. El sistema de vida te va instalando en un sistema de consumo, de
hábitos y de acomodamiento que terminan por vencerte e instalarte desde una
pasividad elegida y establecida por ti. Experimento que no estoy disponible y
abierto a lo que el Señor me pide o me puede pedir. Y eso, al menos, si
reconozco, que me angustia y me preocupa mucho.
Pero, no
desespero, porque parto de mis limitaciones, mis impotencias, mis pecados.
Reconozco que mi naturaleza es débil, limitada y propensa a ser vencida por las
seducciones y comodidades de este mundo, y sé que mis esperanzas están puesta
en el Señor. Él me salva y lo más importante es que quiere salvarme. Por tanto, a pesar
de mis miserias sigo en la brecha, aunque consciente de que no estoy a la
altura que me gustaría estar.