domingo, 24 de septiembre de 2017

TÚ TAMBIÉN ESTÁS INVITADO A LA VIÑA DEL SEÑOR

Mt 20,1-16
Todos estamos invitados y gozamos también de una gran ventaja, que el Señor, que nos invita, también nos espera pacientemente y, hasta nos busca. El Evangelio de hoy nos habla de eso y nos relata de cómo nos busca el Señor y nos invita. Incluso en las últimas horas de nuestros días.

Y la sorpresa, grata y generosa, es que nos paga lo mismo que los que acuden temprano. Su Generosidad y Misericordia es Infinita y la paga que nos da, no mereciéndola, llena de plenitud todas nuestras aspiraciones. Pero, tenemos que estar atentos para acudir a la cita, y estar en la plaza para encontrarnos con el Señor. ¿Y dónde está la plaza?

Posiblemente, la plaza estará en tu corazón. Un corazón peregrino que camina y busca al Señor. En la Iglesia, en las comunidades, en los grupos, en el camino de tu propia vida. No puedes dormirte y quedarte rezagado en las reales plazas de tu pueblo; en los caminos andantes que la vida te ofrece; en las seducciones que este mundo te ofrece y con las que te distrae. ¡No!, debes estar en actitud de búsqueda, de búsqueda de ese trabajo para el que te necesitan otros y a los que tú puedes aliviar y servir.

A pesar de la crisis que reina en el mundo y de los intereses creados que origina envidia, enfrentamientos, luchas, despidos y situaciones de desahucios y marginación, en la Viña del Señor siempre hay trabajo. Y se puede ingresar a cualquier hora. Nunca es tarde y el premio siempre será la salvación, porque en la Viña del Señor hay cabida para todos. Y todos son llamados y bienvenidos.

Por lo tanto, no desoigamos esa invitación y llamada a trabajar en la Viña del Señor. Se necesitan muchas manos y hay mucha tarea que hacer. Es cuestión de organizarse y de compaginar familia, trabajo y descanso, porque el amor se concreta en eso, en dar parte de tu tiempo en servicio a los demás.