lunes, 7 de marzo de 2022

¿CASTIGO ETERNO O GOZO ETERNO?

 

Tienes dos elecciones. Dos elecciones porque no hay más, la vida o la muerte. La vida, representa ese gozo eterno junto a Dios. Compartir su Gloria con Él. La muerte, es la condenación eterna en agonía, sufrimiento y angustia. Eso supone y clarifica que la resurrección es un hecho para todos. Todos resucitaremos, pero, muchos para la Vida y muchos para la muerte. El Evangelio de hoy lo deja muy claro. En él, se resume todo nuestro recorrido por este mundo – espacio de salvación – por el cual tenemos la oportunidad de ganar, por la Gracia y la Misericordia de Dios, esa Vida Eterna en gozo y plenitud.

Es evidente que todos buscamos la felicidad, pero la experiencia nos dice que, en este mundo, no parece que se encuentra. La gente, ricos y pobres, pasan la mayor parte de la vida luchando y en conflicto, cuando no sufriendo. Guerras, envidas, enfrentamientos, ambiciones, soberbias, poder, fama… no hacen sufrir. Experimentamos que el recorrido de este mundo no nos lleva a ninguna parte. No tiene sentido nacer para, luego, morir. Dentro de nosotros hay un deseo, una chispa de eternidad que queremos alcanzar. Por tanto, Alguien ha puesto ese deseo de eternidad en nuestra alma y corazón. Queremos vivir eternamente. Ese Alguien, por supuesto, es Dios. Ha enviado a su Hijo para anunciárnoslo. Está claro que no ha sido el mundo, pues, ¿no es el mundo caduco y finito? Luego, no podría ser el mundo.

Esa chispa de Eternidad la ha puesto Dios. Un Dios Bueno y Misericordioso que nos ha creado para compartir con Él su Gloria eternamente. Y ha enviado a su Hijo, nuestro Señor Jesús, para que nos lo anuncie. El Evangelio de hoy – Mt 25, 31-46 – nos lo explica y anuncia claramente. Su Palabra al final es muy reveladora cuando se refiere a los que no han hecho su voluntad: …Y estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida Eterna. El único sentido de nuestra vida es conseguir esa Vida Eterna en plenitud de gozo y alegría. Será el verdadero descanso eterno. Por tanto, de nada nos valdrá todo lo que consigamos en este mundo.

La Eternidad es por tanto una realidad. Y es, precisamente, lo que sentimos y queremos. Ahora, mientras dure nuestra vida en este mundo tenemos la oportunidad de trabajar en ese sentido, para que al final, cuando se acabe, estemos entre los justos. La pregunta, pues, que nos hacemos es: ¿Dónde queremos estar nosotros? Jesús te muestra y señala el camino. Precisamente, Él es el Camino, la Verdad y la Vida.