Lc 5, 27-32 |
Sin embargo, su cerrazón
y su resentimientos no les dejan ver lo que hay más allá de la posibilidad del
cambió, de la misericordia y el amor. Ese momento vale un gran Tesoro y toda
una eternidad plena de gozo y felicidad. Porque, ese encuentro propició el
cambio de vida de Leví – Mateo – que le señaló el camino de conversión y
salvación. Esas son las circunstancias de los hechos que hoy nos habla el
Evangelio.
Sin embargo, tomando
la ocasión y reflexión de ese pasaje lo que verdaderamente nos importa es verme
yo y mirarme yo. En lugar de Leví, estoy yo, y Jesús se me acerca y me dice: «Sígueme»
¿Cuál es mi respuesta? Y no pienses que es un supuesto hipotético o imaginativo.
¡No!, es la realidad. Jesús nos llama a cada uno de nosotros como hizo con
Leví. Ahora, somos cada uno de nosotros los que debemos decidir cómo le
respondemos. Posiblemente nuestra vida hasta ahora nos irá descubriendo cuál ha
sido nuestra respuesta. Simplemente nosotros solo tendremos que mirarla.
Ver si la tenemos que cambiar es la cuestión. Aunque, es cierto que siempre tendremos que irla mejorando. La respuesta al Señor solo depende de ti. Está en tu mano. Precisamente este tiempo de cuaresma te invita a la conversión y creer en el Evangelio.