Jesús pasó por el
desierto y no se atrevió a ir solo. Se puso en manos del Espíritu de Santo y se
dejó guiar por Él. Sabía el por qué de su encarnación en Naturaleza humana y la
misión que su Padre le había encargado. Sabía que, asumida su naturaleza humana
como la de cualquier hombre, su experiencia y sus circunstancias tendrían que someterse
a esa naturaleza humana. Aún sin pecado, asumió el pecado de todos y vivió la
experiencia de su propio desierto.
Y a cada uno de
nosotros, a pesar de que muchos querrán esconderse, les sucederá lo mismo.
Tendrán sus propias experiencias de desierto y los momentos de tomar decisiones
que serán fundamentales para alcanzar lo que buscan. Porque, todos buscamos lo
mismo: felicidad eterna. El desierto, pues, marcará el camino hacia la
salvación o la perdición. Tienes la oportunidad de elegir entre la vida o la
muerte y el desierto te dará esa oportunidad de elegir.
Tratar de arreglarte por ti mismo y discernir sobre lo que está bien o mal – árbol del bien y del mal – es la equivocación y tontería más grande que puedas hacer. El hombre siempre será imperfecto y sus decisiones siempre estarán sometidas al error y la imperfección. Tus pasos por tus propios desiertos siempre serán torpes, erróneos e imperfectos. Solo acompañado y en manos del Espíritu Santo podrás salir victorioso y elegir el camino correcto que te ayude a salir del desierto. ¡Piénsatelo! Tú tienes la palabra.