sábado, 3 de septiembre de 2022

LA PALABRA DE CRISTO ES NUESTRA GUÍA

Lc 6,1-5

No hay camino si Cristo no va delante y su Palabra nos descubre y revela por donde debemos caminar. Solo Él puede guiarnos hacia el Padre y solo Él tiene Palabra de Vida Eterna. Por tanto, no miremos para otro lado ni escuchemos otras voces, solo atendamos a la Voz que viene de Él, porque solo la Ley que sale de su boca es la Ley que tenemos que hacer vida en nuestra vida.

No son las leyes de los hombres y las que marcan el sábado y nuestro proceder cotidiano. Solo es la Ley de Dios, que nos la anuncia Jesús, su Hijo, la que debemos tener impresa y presta en nuestro corazón a cumplir y hacer vida en cada día de nuestro vivir. Jesús, de una vez para siempre, es el centro de nuestra vida y, solo Él, debe marcar nuestros pasos y nuestro actuar de cada día.

Sin Él todo se derrumba y no tiene consistencia. Es como construir sobre arena. Él es la Palabra, el Camino, la Verdad y la Vida. Él es nuestro guía y quien dirige nuestros pasos por el camino – único camino – que nos lleva a la Casa del Padre. Poner nuestro énfasis en el vivir en los mandamientos puede desviar nuestra atención y quedarnos en la ley, en lo estricto y en el cumplimiento. El amor es algo que va más allá, que alcanza la misericordia y que, por encima de la ley, amar y perdona. Y así nos enseña el Señor tal sucede en el pasaje evangélico de hoy sábado: (Lc 6,1-5): Sucedió que Jesús cruzaba en sábado por unos sembrados; sus discípulos arrancaban y comían espigas desgranándolas con las manos. Algunos de los fariseos dijeron: «¿Por qué hacéis lo

 

Lo de siempre —dijo Manuel. Ponemos a la Ley como nuestro Dios y nos olvidamos del verdadero Señor y Dios de nuestra vida.

—Suele ocurrir eso, Manuel, —respondió Pedro.

—Creemos que lo importante es cumplir y la Ley, y no olvidamos de un Dios Hombre que está con nosotros, que camina con nosotros y que nos abre su Corazón Misericordioso.

—Así es —respondió Pedro. Lamentablemente nos olvidamos de un Dios Amor, que es paciente, comprensivo, humilde, suave y bueno. Y que quiere transformar nuestro corazón haciéndolo semejante al suyo.

—¡Claro, no se trata solo de cumplir sino de amar! Quien ama cumple.