Hoy, según lo que
vamos experimentando y observado, vemos que, en nuestro mundo, hay más
aprensión y recelos que solidaridad y fraternidad. Cada día, en lugar de
disminuir las diferencias y saciar el hambre y sed de este mundo, parece que
sucede todo lo contrario, aumentan.
Cada día hay más
pueblos con hambre, y con inseguridad. Cada día se respetan menos los derechos
y la vida, y se persigue en orden a las ideologías imperante que imponen sus
ideas y dominios. Cada día la libertad se ve más amenazada y muchos imponen sus
credos y creencias. Cada día el hombre es menos libre y se ve abocado a pensar,
no como quiere sino como se le obliga.
¿Dónde está nuestra
compasión? ¿Dónde queda nuestra solidaridad? ¿Acaso no somos hijos de un mismo
Padre Celestial? ¿Cómo es posible que no intentemos la igualdad, el respeto, la
libertad y la paz entre todos los pueblos? ¿Acaso no hay alimentos y agua para
todos en este mundo? ¿No nos ha dado lo suficiente nuestro Padre Dios para que
todos podamos alimentarnos y vivir en paz? ¿Por qué algunos quieren ser los
dueños de lo que les pertenece a todos?
Posiblemente esa
ha sido la causa de su muerte: La Infinita Generosidad de Jesús, el Hijo de
Dios. Ha venido a decirnos que nuestro Padre Dios nos ama, nos perdona y nos
señala que todos somos hermanos y debemos compartir nuestro pan.
La cuestión es que muchos no le hacen caso, y así pasa lo que pasa. Eso es lo que realmente vemos.