miércoles, 4 de febrero de 2009

UNA ELECCIÓN DETERMINANTE.




Me he quedado impresionado, pero al mismo tiempo sereno. Se puede admitir tomar esa decisión, pero cuando le afecta a uno, no sé que haría. No me siento con valor al estar en esa situación reaccionar de esa forma. Y eso me lleva al sentimiento de descubrir la necesidad de la Gracia de DIOS. La Gracia, DIOS que se nos da, es un Don, un regalo del SEÑOR.

Estamos salvados porque DIOS ha querido regalarnos su Amor, y DIOS no puede contradecirse, ni equivocarse. Estamos salvados en su HIJO JESUCRISTO, que nos ha revelado la Misericordia del PADRE y con su muerte voluntaria ha conseguido la Gracia del PADRE para Resucitar como ÉL y en ÉL por sus Méritos y Amor.

Nunca el hombre podrá justificarse, ni conseguir su salvación por sí mismo. Esa es la historia del Antiguo Testamento, la que vemos y contemplamos hoy en nuestro mundo. El hombre queriendo justificar sus méritos y decidiendo ser como DIOS a su manera y como él lo proyecta. Sin contar con DIOS y instituyéndose en su propio salvador.

No es el pecado desear y querer ser como DIOS, porque a eso estamos llamados. Hemos sido creados, por ÉL, semejantes a ÉL y nuestro PADRE DIOS nos ha creados para ser felices a su lado gozando de su Gloria y amándole eternamente. El pecado consiste en desear ser como DIOS sin contar con ÉL. Querer hacerlo a nuestra manera, fácil e inmediato.

El Maligno que lo sabe nos facilita la labor dándonos la manzana: los placeres, las apetencias gustosas a primera vista, la comodidad, la satisfacción del poder, vanidad, soberbia, orgullo, egoísmo...etc. Ese es nuestro pecado querer ser como DIOS a nuestra manera y arreglar el mundo por nuestra cuenta y méritos, y no según su VOLUNTAD. Es así como debemos contarlo y entenderlo.

Y estamos llamados a una vida que continúa y sigue a ésta que ya vivimos, porque nunca alcanzaremos el infinito, porque el infinito es eso, infinito y nunca llegaremos a él. El infinito está en DIOS y nosotros no podemos ser DIOS, sino estar en ÉL y crecer eternamente en felicidad y plenitud, sin las ataduras que aquí nos atenazan y esclavizan. Estamos llamados a crecer eternamente siendo cada vez más felices.

Y es lo que sentimos todos. ¿No has sentido el deseo de ser siempre más? ¿No has sentido las ansias de, conseguida una meta, proponerte otra, pues ésta, conseguida, ya no te produce gozo? Pues la Gloria del SEÑOR será estar continuamente en plenitud de gozo y felicidad en aumento y siempre hasta la eternidad. Nunca llegaremos al final, pues siempre estaremos siendo más felices que ayer, por decirlo de alguna manera inteligible, y menos que mañana.

Es ya un gozo empezar a sentir esta esperanza aquí desde ahora. En esa esperanza, la muerte no es sino un momento glorioso y maravilloso que marca el comienzo de todos nuestros anhelos y deseos. Ese es nuestro destino y a lo que estamos llamados, revelado en la Buena Noticia del Nuevo Testamento en la Persona de su HIJO JESÚS.