Quizás nosotros no
estemos tan lejos. Muchos nos acercamos a Él, participamos en la misa, pero no
damos el brazo a torcer. No estamos seguro de que es el Mesías, el Salvador de
nuestra vida. Necesitamos una demostración, un milagro, algo espectacular y …
quizás creamos. Incluso, muchos practicamos y cumplimos, pero no llegamos a conectar
personalmente ni profundamente con Jesús. Nos quedamos en eso, en meros
cumplimientos.
¿Qué es lo que nos
ocurre? ¿Acaso necesitamos un milagro? ¿Acaso estamos esperando algo
espectacular que nos deslumbre y nos convenza? ¿No se nos ha sembrado en
nuestro corazón la semilla que nos asemeja al amor de Dios? ¿No nos damos
cuenta de que, la vida, esa hermosa oportunidad que nos da nuestro Padre Dios,
es para que nos liberemos del pecado y seamos felices eternamente? ¿Tan ciegos
estamos?
Al menos, aquel jefe
de sinagoga y la mujer que padecía de flujo de sangre confiaron en que Jesús era
su única solución, y se movieron en buscarlo. Y nosotros, ¿qué hacemos?