sábado, 18 de febrero de 2023

NOS CONSUELA Y LLENA DE ESPERANZA SABER QUE JESÚS ES EL HIJO DE DIOS.

Mc 8, 2-13

El Tabor es el detonante de nuestra fe. Al menos es un momento de gloria y esperanza. Conocer de mano de Pedro, Santiago y Juan, testigos de esa Transfiguración de Jesús, su Divinidad y su Gloria y la presencia, resucitados, de Moisés y Elías, nos debe abrir los ojos y pensar, por pura razón lógica, que Jesús, ese que van a crucificar, revelado por el mismo, va a resucitar. Nuestra fe a los pies de la Transfiguración debe quedar fortalecida y confirmada. No perdamos la esperanza y pidámoselo al Señor.

Sabemos de nuestra terquedad y conocemos por los Evangelios que los apóstoles no se enteraban de lo que Jesús les decía sobre su Resurrección. También nos sucede a nosotros ahora. Muchos todavía no nos enteramos de quien es Jesús y obviamos, quizás sin darnos cuenta, su Resurrección. No nos percatamos que si Jesús Resucitó, también resucitaremos nosotros. Eso nos debe ayudar a no temer ese momento de nuestra muerte. Quizás sí miedo al sufrimiento, pero nunca a la muerte.

Porque, la muerte es la puerta del definitivo encuentro con Jesús. Y, por la Infinita Misericordia de su Padre, de la que tanto Él nos ha hablado, seremos perdonados si creemos en su Palabra y aceptamos ser perdonados. Porque el problema no es que Dios, nuestro Padre, nos perdone, sino que nosotros no queramos recibir el perdón. Es precisamente ese pecado, no perdonable, del que Jesús nos habla refiriéndose al Espíritu Santo.

Tratemos de subir a nuestro propio tabor y contemplar a Jesús, el Señor, Resucitado. Esa será nuestra meta: Resucitar como Él y vivir eternamente en su Gloria. Amén.