lunes, 2 de octubre de 2023

DIOS SE ESCONDE EN LO PEQUEÑO Y DÉBIL

Una y mil veces Jesús repite que ha venido a redimir a los pecadores. Una y mil veces nos muestra su Infinita Misericordia, y, una y mil veces su Infinito Amor queda probado hasta el extremo de entregar su Vida por cada uno de nosotros. De modo que no hay ni queda ninguna duda, Jesús ha venido a salvarnos, pero de manera preferente a los más pequeños, desvalidos y pobres. A aquellos que no tienen defensa ni voz, pensemos en los niños vivos dentro del vientre de sus madres, y a los que, necesitados de todo, esperan su Amor Misericordioso que les salve de la esclavitud del pecado.

Es evidente que debemos tener un corazón de niño para humildemente rendirnos y abrirnos a su Amor Misericordioso. Con el tiempo y los años, el corazón del hombre se ha ido endureciendo y, ahora se rebela contra su Creador. Ya no le basta su Palabra, ni siquiera sus milagros. Exige pruebas que le satisfaga y que le demuestra cuando le apetezca que su Dios es un Dios de Poder Infinito y Creador de todo lo visible e invisible.

Quiere imponer su voluntad y su razón. Su corazón ha dejado de ser dócil y creer en lo que le dice su Padre. Ya ha crecido y se cree fuerte y suficiente. No está dispuesto a creer sino en lo que ve y su razón le asiste. No se fía de su Padre Bueno. Ya no es aquel niño confiado en la bondad de su padre que le buscaba todo lo mejor para él y le defendía de todo peligro. Ahora es él el que lleva la voz cantante.

Y se vuelve a equivocar. Mientras su corazón – nuestros corazones – no vuelva a ser como cuando era niño – es decir, confiado, sabiendo que su padre siempre le buscará y dará lo mejor y que lo que le propone es su felicidad – se perderá y errará el camino de salvación. Mientras no se de cuenta de que la propuesta de su Padre es la mejor y la única que le conviene seguirá rechazándole y apostando ciegamente por esté mundo y sus ambiciones caducas y de perdición.