jueves, 24 de septiembre de 2020

CONOCERLE PARA AMARLE

Lc 9,7-9

Una de las premisas más certeras es la de saber que para amar hay primero que conocer. No se puede amar aquello que no se conoce. Por tanto, amar a Jesús supone primero conocerle y eso, exige y significa que nuestra búsqueda de conocimiento debe ser humilde, querida y disponible a recibir y conocer. Porque, si lo que busco es satisfacer mi curiosidad y acomodar mi conciencia a mis gustos, apetencias e intereses, me estoy equivocando tal y como le sucedió a Herodes y otros muchos.

La gran equivocación, es decir, nuestro gran error es buscarle y acercarme a Él sin el propósito de encontrar la verdad y escuchar su Palabra. Quizás equivocamos el camino o nuestra actitud, porque, en el mundo no hayamos la respuesta a los interrogantes que subyacen dentro de nuestro corazón. Sin embargo, la invitación a que vayamos y veamos está presentada y siempre activa.

La cuestión es preguntarnos qué actitud tengo y por qué le busco. Es cuestión de curiosidad o, por el contrario, busco una respuesta que dé sentido a mi vida. Porque, dependiendo que sea una u otra actitud la cosa cambia. El encuentro con Jesús, si es serio y en actitud de búsqueda de la Verdad cambia profundamente el rumbo de nuestra vida y, también, transforma nuestro corazón. Pone la jerarquía de tus valores siguiendo un orden donde el primer lugar es para el amor.

Un amor que, primero, se manifiesta en Jesús y, luego, se contagia en el tuyo, transformándolo y dándole vida semejante al suyo. Porque, amar es el punto de partida que nos une a Jesús y transforma nuestra vida llenándola de gozo, de amor y de paz.