miércoles, 19 de enero de 2022

EL PROBLEMA DEL SÁBADO

 

No se trata ni, tampoco, es cuestión de curar o no curar. Se trata y es cuestión de principios. El hombre, criatura de Dios, por encima de todo lo creado. Es la criatura preferida por su Amor y por la que se encarnó en naturaleza humana para, haciéndose y rebajándose a la condición humana – igual al hombre – menos en el pecado, entregar su Vida para rescatarlo y redimirlo de la esclavitud del pecado.

Nada, pues, puede estar por encima de la dignidad humana. La Ley del sábado es pues la antítesis de lo que significa el hombre para su Creador, nuestro Padre Dios. Nada ni nadie puede someter al hombre – criatura de Dios – creado a su imagen y semejanza y por Amor. El Hijo del hombre está por encima del sábado. Así se desarrollaron los hechos: (Mc 3,1-6): En aquel tiempo, entró Jesús de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio». Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?». Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice…

Los rabinos mantenían y admitían que, en peligro de muerte, se podría incumplir el descanso sabático, pero, en el caso que nos ocupa en este Evangelio, se trataba de una mano paralizada que, indudablemente no amenazaba la vida y se podía curar en otro día. Sin embargo, la cuestión no es esa, porque se trata de someter el bien del hombre a la Ley o declarar que el bien y la dignidad del hombre – Hijo de Dios,  están por encima de la Ley y el precepto del sábado.

Se trata, pues, de un principio vital para la dignidad de la persona. El bien del hombre, sea el que sea, está por encima del precepto del sábado, y de cualquier precepto. Y, Jesús, como Hijo del hombre, su autoridad es superior al sábado.

Fueron – sin lugar a duda – esas controversias sabáticas -  que los rabinos y herodianos no quisieron aceptar ni admitir, entendiendo por ello que estaban delante del enviado, del Mesías y Libertados, las que, unidas a otras,  les llevaron a confabular el condenarlo a una muerte de cruz.