martes, 16 de enero de 2024

SIEMPRE DIOS Y SU MISERICORDIA INFINITA ANTES QUE LA LEY

Esa es la propuesta: Un Padre Dios de Infinita Misericordia. Y es que cuando se tiene un Padre así no te puedes agarrar a la ley y aplicarla sin más. Si Dios perdona tus faltas misericordiosamente, tú también debes en correspondencia perdonar a los que te ofenden. Y esa actitud de correspondencia abre la puerta del perdón, de la oportunidad de arrepentimiento y de corrección. Por tanto, la ley queda sometida a la misericordia y a la oportunidad del dolor de contrición.

Es indudable que sin dolor de contrición ni arrepentimiento no hay perdón y, en consecuencia, la ley debe cumplir su diagnóstico. Es de sentido común que para que haya perdón haya propósito de la enmienda y dolor de corazón con la buena y sana intención de no volver a cometer tales delitos.

En el Evangelio de hoy, Jesús es interpelado por los fariseos cuando atravesaba un sembrado y sus discípulos iban arrancando espigas, y sucedió esto: (Mc 2,23-28): Un sábado, cruzaba Jesús por los sembrados, y sus discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas. Decíanle los fariseos: «Mira ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?». Él les dice: «¿Nunca habéis leído lo que hizo David …

El Amor de nuestro Padre Dios y su Infinita Misericordia están por encima de toda ley y de todo aquello que impida la verdad y el bien del hombre. No está la ley para ser servida por el hombre sino al revés. Es el hombre al que tiene la ley que servirle. Para eso se legisla, para buscar el bien del hombre. Jesús lo concreta y resume en esta frase: «El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado».