sábado, 6 de julio de 2024

DESPOSEIDOS DE NOSOTROS MISMOS

No es nada fácil y, diría, hasta asusta. El verdadero discipulado y seguimiento a Jesús exige desposeerse de sí mismo. Porque, sólo en la desposesión estaremos en condiciones de experimentarnos dependientes del Creador, en relación de fraternidad con los demás y abiertos a la escucha y Amor Misericordioso de nuestro Padre Dios.

Este desposeimiento nos lleva a olvidarnos y negarnos a nosotros mismos para, en plena libertad, darnos a los demás. Y cuando entendemos esto, nos damos cuenta de lo, no diría difícil, sino imposible que nos resulta si lo queremos afrontar desde nuestras propias fuerzas y voluntad. Nunca podremos hacer nada ni avanzar un pelo de nuestra cabeza sin la asistencia del Espíritu Santo. Ese es el secreto de nuestro bautismo. Necesitamos a toda costa la presencia en nosotros del Espíritu Santo.

El mismo Espíritu Santo que bajó a Jesús en su bautismo en el Jordán y le acompañó al desierto. También a nosotros nos acompañará a nuestro propio desierto en el recorrido de nuestra vida en este mundo. Y sólo con Él podremos superar y soportar los obstáculos – pecados – que tratarán de hacernos la vida imposible y evitar que lleguemos a un encuentro serio, profundo y gozoso con el Señor.

Sí, vino nuevo para odres nuevos, porque lo viejo es caduco y no sirve. Necesitamos renovar plenamente todo nuestro corazón. Dejar el viejo, roto por el pecado, y ponernos en manos del Espíritu Santo para que nos renueve plenamente y transforme nuestro corazón en un corazón nuevo capaz de amar misericordiosamente.