sábado, 15 de mayo de 2021

UN CICLO ABIERTO A LA ETERNIDAD

 

Nacemos y morimos. Aparentemente nuestra vida recorre un círculo cerrado, nace para, más tarde, desaparecer. Pero, la Resurrección de Jesús lo cambia todo. En el Evangelio de hoy, Jesús, nos dice: «Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre». Está claro, también hemos venido nosotros a este mundo, no para quedarnos, sino para volver, cómo y por Jesús, al Padre. Ya nos lo ha dicho Él en otra ocasión: He ido a prepararles una morada - Jn 14, 2 -.

Nos invita Jesús a pedir en su nombre al Padre asegurándonos que seremos atendidos. Y es que nuestro camino y nuestra vida va a necesitar estar en constante relación con el Padre para sortear los obstáculos y dificultades que la vida nos irá presentando. Tendremos muchas oscuridades que nos impedirán ver la luz y que nos cegarán ante la maravilla de nuestra llamada a la eternidad. Y, ¡lo sorprendente!, estaremos dispuesto a vender la dicha de nuestra eternidad por míseras bagatelas que nos ofrece este mundo.

Necesitamos pedir, pero, antes, tendremos que reconocernos necesitados y pecadores, pues de no reconocernos no sentiremos esa necesidad de pedir. Jesús, que nos conoces nos lo ha sugerido y advertido: Pedí y se os dará; llamad y se os abrirá y buscar y encontraréis - Mt 7, 7-11 - porque necesitamos el auxilio y la asistencia del Espíritu Santo que va con nosotros y nos acompaña.