jueves, 4 de marzo de 2021

RICO Y POBRE

Lc 16,19-31

Conviene urgentemente saber en que consiste ser rico. O, de otra manera, ¿qué es la riqueza? Y, simultáneamente, preguntarnos también por lo contrario, la pobreza. Dependerá de entender bien el significado de ambos conceptos para aplicarlo a verdadero sentido evangélico. Leyendo a la Beata Ana Catalina Emmerick (visiones y revelaciones) he sabido, según la Beata, que los padres de Ana - Madre de María - eran ricos. Tenían mucho ganado, hermosos tapices, notable menaje y siervos y siervas. Pero, y ahí podemos encontrar la diferencia del concepto riqueza evangélico,  continúa la Beata, eran muy piadosos, reservados, caritativos, sencillos y rectos. A menudo partían sus ganados en tres partes: daban una parte al templo, otra parte la daban a los pobres o a los parientes necesitados, y la tercer parte la guardaban para sus necesidades.

Ser rico no es malo, sino todo lo contrario, una bendición de Dios para compartirla con los pobres y necesitados. Y es esa riqueza la que nos da la oportunidad de agradar y hacer la Voluntad de Dios, preocuparnos por las necesidades de los que carecen y necesitan. En una palabra, compartir lo que tienes con los que no tienen. Y, de la misma manera, la pobreza está relacionada evangélicamente con la riqueza. Ser pobre tiene un sentido humilde y esa humildad te ayuda a compartir tu riqueza con el que la necesita. Deduzco que la Virgen María, nuestra Señora, vivió en un ambiente rico, pero supo ser pobre.

De eso trata el Evangelio de hoy, del rico epulón, preocupado en vivir placenteramente gastando sus riquezas en banquetes y placeres sin más preocupación. Mientras, Lázaro, a la puerta de su casa deseando, simplemente, alcanzar las sobras para alimentarse. Simplemente, fijarnos en esas actitudes y meditar el santo Evangelio de hoy - Mt 20, 17-28 - nos puede ayudar a tratar, a la luz y acción del Espíritu Santo, de vivir en la humildad y pobreza de compartir nuestras riquezas. Que no solo se trata de dinero, sino de todas las cualidades, tanto materiales como espirituales que hemos recibido.