Cuando falta sal
en las comidas adviertes su importancia y la necesidad de condimentar la comida
con ella. Sin sal la comida pierde sabor. Por otro lado, cuando entras en una
habitación adviertes lo que hay en ella. Observas el mobiliario, los adornos
pero la luz pasa desapercibida. Solo si se hace la oscuridad nota en falta la
luz.
Dos notas muy
características de como debe ser la acción cristiana en el mundo. Acción que
pasa desapercibida pero que se necesita para que la vida tome sentido y haya verdadero
servicio de caridad y misericordia. Solo cuando ese amor escondido y
misericordioso falta notamos la importancia de su presencia y la labor de su servicio.
Y en ese sentido hay muchos cristianos que pasan día a día de puntillas y sin
ser visto. Cristianos que sirven en silencio y humildad.
Cuántos conventos,
monjas y monjes, hermanos y hermanas de la caridad que trabajan en el anonimato
entregando su amor y servicio en silencio y sin casi ser notados. Posiblemente,
el día que necesites de ellos advertirás su amor y su importancia. Santos y
santas de la puerta de al lado como diría el Papa Francisco. Pues bien, esa es
la función de la sal y la luz. Ser sal y luz significa dar sabor de amor y
misericordia a la vida y alumbrar el camino que nos lleva al Señor. Y hacerlo
de tal manera sin ser percibido tal ocurre con la sal y la luz.