No son palabras
huecas, promesas que se dicen y luego se las lleva el viento. Son Palabras que se
convierten en verdad, que responden en la realidad a concretarse en hechos
consumados y reales. Es una nueva forma de enseñanza expuesta con autoridad. Y
ante esto todos quedan asombrados y admirados.
¿Qué sucede hoy?
Supongo y deduzco que lo mismo que ayer. Ante esta realidad de la Palabra y
hechos de Jesús, nos preguntamos: ¿Por qué no se asombraron y se convirtieron
los escribas y fariseos del tiempo de Jesús? ¿Quiénes realmente respondieron a
sus enseñanzas y palabras? Podemos suponer y deducir que de la misma manera que
sucede hoy, muchos ante la realidad y los milagros de este tiempo tampoco
responden. ¿Y haberlos los hay!
Es evidente que la
Palabra de Jesús se corresponde con su vida. Hay coherencia entre ambas y la
una afirma a la otra. Jesús habla desde su Verdad, y su Verdad se manifiesta
claramente entre los hombres. Y hoy sucede lo mismo, muchos, como sucedió en su
tiempo, viven cegados por la ambición, el poder, la riqueza, vanidad, soberbia,
odio, venganza …etc. Y todo eso les nubla la vista y les endurece el corazón.
¿Acaso no experimentamos que cuando actuamos en verdad y justicia; en generosidad y amor; en misericordia y caridad, nuestro corazón no experimenta gozo y felicidad? ¿Y no es eso la presencia de un Dios que vive y cuya impronta está sellada en nuestro corazón? ¿Por qué tanta terquedad e incredulidad?