sábado, 15 de enero de 2022

`PUBLICANOS Y PECADORES

 

Si nos preguntáramos, ¿a qué ha venido Jesús? La respuesta no puede ser otra que la de liberarnos del pecado. ¿Y por qué? «podíamos seguir preguntándonos» porque el pecado nos esclaviza y somete nuestra libertad. De modo que, ya no somos libres, sino que quedamos sometidos a nuestra concupiscencia y apetencias humanas de la carne. Hacemos ─ como diría Pablo ─ lo que no queremos hacer, y no lo que queremos.

Pues bien, la misión de Jesús está claramente definida: liberarnos del pecado que mata y secuestra nuestra libertad impidiéndonos hacer el bien. Porque, ser libre es estar en actitud permanente de buscar la verdad y hacer el bien. Quien es libre no desea el mal y su voluntad está empeñada en hacer y buscar siempre el bien propio y de los demás. ¿O es que no lo has experimentado en tu propia vida? Cuando te has sentido libre has deseado y querido hacer el bien. Otra cosa que, nuestra debilidad y naturaleza herida ─ por el pecado ─ nos pueda y nos someta.

Para eso llama a Leví – Mateo – al pasar y verlo sentado en su mesa de recaudador de impuestos para los romanos. Sucede que Mateo responde y le sigue. Se supone que, Mateo estaba inquieto y algo había oído y le atraía de Jesús. Aquel seguimiento perdura hasta hoy. Le siguió el resto de su vida – fue uno de sus doce apóstoles y evangelista - en este mundo y está con Él, en el otro, eternamente.

Sin embargo, la cuestión que nos ataña a nosotros es otra distinta. No tanto el testimonio de san Mateo, que ya nos lo ha dejado escrito en el Evangelio, sino nuestra respuesta a la llamada del Señor. Porque, también a ti y a mí nos llama el Señor. A nosotros y a todos los que continuamos peregrinando por este mundo todavía. Y nos invita a seguir, a escuchar su Palabra y a tratar de vivirla – asistidos por el Espíritu Santo – que ha bajado sobre nosotros en la hora de nuestro bautismo. El mismo Espíritu Santo que asistió y estuvo con Jesús. Por tanto, reflexionemos al respecto.