Nunca debemos dar
por hecho que ya estamos convertido. O lo que es lo mismo, que ya hemos hecho
lo que teníamos que hacer y ya, de alguna manera solo nos queda esperar pues
hemos llegado a la meta. Sería el peor error en el que podíamos caer. La
camilla nos puede servir de recordatorio para nunca olvidar que fuimos paralitico
– pecador – y que podemos volver a caer si nos relajamos y nos dejamos seducir
por el tentador, que ese sí que está al quite y al acecho.
Posiblemente desde
el momento que olvidemos nuestra camilla, el demonio, nos caerá arriba y tratará,
con más astucia e inteligencia que nosotros, de seducirnos, engañarnos y hacer
que nos olvidemos de que fuimos paralítico. Al final volveremos a caer en una
parálisis mayor. Esa es la intención del Maligno.
Es curioso y
significativo que el Señor nos busque después de habernos curado. Tanto el la
curación del ciego – Evangelio del domingo – al que devuelve la vista, como en
el de hoy que cura de la parálisis, Jesús se hace el encontradizo y se da a
conocer dejándoles la ruta a seguir para permanecer en Él.
También con nosotros hace lo mismo. Nos abre los ojos y nos cura de nuestras parálisis, no como nosotros esperamos, pero sí como nos conviene. Solo Él sabe lo que nos hace bien y lo que es mejor para nuestra felicidad eterna que, a fin de cuenta, es lo que interesa y buscamos. Pero, necesitamos estar pendiente de su presencia aunque no le conozcamos, atento a sus Palabras y en actitud de escucha. No cabe ninguna duda que el Señor pasa y no habla, nos pregunta si realmente queremos ver, caminar o ser eternamente felices. Solo falta que le oigas y le respondas. De ti depende.