sábado, 23 de febrero de 2019

MAESTRO, ¡QUÉ BUENO ESTAR CONTIGO!

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Mc 9,2-13
Se me ocurre pensar que la Transfiguración, a parte de ser una manifestación de la Gloria del Señor, y de que Jesús es el Hijo predilecto y amado del Padre, el Mesías enviado y elegido al contemplarlo con Elías y Moisés, figuras del Antiguo Testamento y del pueblo de Israel, el Señor nos regala esa escena para que descubramos y experimentemos, al menos de labios de Pedro, el gozo que se siente estando junto al Maestro: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías»

Otra cosa que descubro, al menos es lo primero que me viene a mi mente, es que no estamos preparados para contemplar la grandeza de la Gloria de Dios: pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Este momento de la Transfiguración es la confirmación de lo ya revelado en el Bautismo de Jesús. Si en el Bautismo, el Padre había presentado a su Hijo al mundo: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.»  -Mc 1, 7, 11 - ahora, en la Transfiguración lo confirma para reafirmarlo como el Hijo, el Mesías prometido y enviado al mundo para salvar a los hombres: «Este es mi Hijo amado, escuchadle».

Ahora lo presenta como a quien tenemos que escuchar y obedecer cumpliendo la Palabra que nos transmite y enseña. Es un adelanto de su Gloria y divinidad, que Jesús les manda a no decir a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos. Sin embargo, a pesar de que esas Palabras de Jesús se les quedaron grabadas no entendían que querían decir.

¿La entedemos nosotros? Nos cuesta entender la resurrección de Jesús y, muchos, incluso la rechazan sin tener pruebas. Ponen una y mil razones para justificarse y rendirse a sus apetencias y pasiones, pero no pueden probar nada. Sin embargo, por el contrario, sí hay muchas razones para intuir y esperar que Jesús ha Resucitado y está entre nosotros. Sobre todo, muchos testimonios de quienes le acompañarón y vieron resucitado hasta el punto de dar sus vidas por Él. Pero, por eso, también necesitamos la fe y fiarnos de la Palabra del Señor.