domingo, 27 de noviembre de 2022

NO SABEMOS EL DÍA NI LA HORA

Se ha repetido hasta la saciedad, ¡claro, en los Evangelios!, pero quienes no los conocen y, por supuesto, no los lee, no se enterará de la advertencia. Ya sucedió en tiempos de Noé con el diluvio y, nos dice el Evangelio de hoy que de la misma manera sucederá ahora. ¡Cuándo? No conocemos el día ni la hora, pero si sabemos, es Palabra de Dios, que ese día llegará.

La vida continúa igual, dice el Evangelio: (Mt 24, 37-44): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre. Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro…

La realidad es que la esencia de nuestro vivir y comportarnos sigue siendo la misma que siglos pasados. Todo sigue igual, aunque con más avances tecnológicos. Así lo narra el Evangelio y así comprobamos que es la realidad. Y mientras, ¿qué hacemos nosotros? Porque no podemos justificar que no lo sabíamos. Sabemos, valga la redundancia, que el Señor vendrá cuando lo decida. Esas son las últimas palabras con las que termina este Evangelio: «Por eso estad también ustedes preparados, porque a la hora que menos piensen viene el Hijo del hombre»

La cuestión por tanto es espabilar y estar atentos y despiertos. En cualquier hora se nos puede venir todo abajo. No solo porque así sucede en este mundo, sino porque puede ser que el Señor, Rey del Universo decida que ha llegado el fin. La promesa y también la advertencia está hecha, ahora tú decides como quiere seguir viviendo. Tal y como dice el Evangelio de hoy domingo, o levantando la mirada y atento a la Voluntad de Dios. Porque, escucha, Dios quiere tu salvación y tu felicidad eterna. No te lo impone sino te lo propone.

Y luego todo está ya hecho. No hay vuelta atrás, la eternidad que nos espera es la que hayamos elegido. Realmente, ¿no es para tomarselo en serio? Porque, independientemente de que creas o no creas, dentro de ti hay algo, a lo que no puedes renuciar, que te llama a vivir feliz eternamente.