viernes, 2 de febrero de 2024

A LA ESPERA DEL ENCUENTRO CON EL SEÑOR

También nosotros gozamos de esa espera. Mientras vivimos esperamos ese día donde podamos encontrarnos con el Señor. Es evidente que los años son signos y señales de que el añorado encuentro esté más próximo, pero Dios siempre se salta nuestros limitados y equivocados cálculos.

En la hora de nuestro bautismo vino a nosotros el Espíritu Santo, y en la hora de nuestra muerte nos encontraremos con el mismo Dios Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Nuestra vida es una espera en el tiempo hasta que llegue ese momento. Dios, nuestro Padre nos espera al final del recorrido de nuestra vida. Así le ocurrió a Simeón por prescripción divina. El Espíritu Santo le había revelado que no vería la muerte antes de ver al Mesía del Señor.

El Evangelio de hoy nos narra la presentación de Jesús en el templo – Lc 2, 22-40 – el cumplimiento de la promesa que el Espíritu Santo había revelado a Simeón y la  presencia de la profetiza Ana que alababa y hablaba del Niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

También a nosotros nos habla de ese Niño nacido en Belén la Iglesia y de su Palabra de cada día en las Eucaristía. Quizás nosotros debemos preguntarnos si realmente aguardamos su venida o pasamos de ella. Porque, no podremos encontrarnos con aquel que no esperamos. El encuentro exige una espera y una actitud de estar preparado y atento, vigilantes y despiertos. De lo contrario podemos ser sorprendidos con la mirada puesta en las cosas de este mundo y no levantada al Señor. Será cuestión de preguntarnos a quién esperamos y como nos preparamos para esa espera. Simeón y Ana esperaron al Señor y lo encontraron. También nosotros nos encontraremos con Él y debemos preparar ese encuentro.