Esa es la paradoja,
ponemos el dinero y el bienestar que da antes que la vida de la persona. Nos
preocupamos seriamente por la perdida de nuestro bienestar, de nuestros
intereses crematísticos, por la pérdida de poder y de las comodidades, pero, ¿y
por la vida de los que sufren, de los que carecen de muchas cosas necesarias e
imprescindibles para vivir? ¿Y por la vida de los sin voz que viven en el
vientre de sus madres?
En el Evangelio de
hoy lunes, Marcos pone el acento en el interés de aquel pueblo. Poco o nada le
importaba la salud de aquella persona ni siquiera la presencia del endemoniado
que lo poseía. Lo que les preocupaba era la piara de cerdos que representaba
una buena cantidad de dinero y bienestar.
Hoy sigue ocurriendo
lo mismo. Se antepone el interés, ya sea político, de poder, de riqueza o de cualquier
otro tipo siempre que eso represente un bien para satisfacción de su propio
egoísmo y su propio bienestar. Sin embargo, la vida de muchos inocentes sin voz
y sin ninguna defensa propia, la de muchos marginados, sometidos, esclavizados
en sus propios países y por sus propios mandatarios sigue postergada y en un
plano casi olvidada eclipsada por el interés que proporcionan los bienes
materiales.
Jesús es señalado
e invitado, incluso con ruegos, a que se vaya. No se acepta su preferencia por
la vida de los más pobres, marginados e indefensos. No se le escucha ni se le
quiere escuchar. No es algo que sucedió sino que sigue vigente en nuestros
días. Anteponemos nuestros intereses, ideas y pensamientos a los de Jesús. Nos
importa poco la vida del pequeño, del pobre e indefenso, a quienes prioriza
Jesús para pensar solo en nosotros mismos.
No hace falta mirar para atrás y recordar lo que sucedió en aquellos tiempos. Simplemente abrir los ojos y ver lo que sucede a nuestro alrededor y tendremos presente lo sucedido en aquel pueblo con el endemoniado y los puercos.