(Mt 13,47-53) |
Todo nuestro ser y obrar contará al final de nuestra vida. Es la hora más importante, la última, porque las que siguen en la eternidad ya no cuentan, sino serán consecuencia del qué y cómo hayas vivido con las que has actuado en libertad. Pensado así, y pensado bien, el paso por esta vida es la oportunidad y la ocasión de ganarnos la vida que sigue, y esa es eterna.
Hoy Jesús nos aclara que va a suceder al final: «También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el
mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la
orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos.
Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los
malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será
el llanto y el rechinar de dientes.
Que no nos engañemos, la vida eterna dependerá de esta, y el camino lo señala Jesús. No es cuestión de señalármelo yo mismo, porque con toda seguridad me perdería. Hay sólo una referencia y un camino, y ese es Jesús: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida", quién me siga y crea en Mí, Vivirá Eternamente.
Todo está claro. Pidamos al Señor que nuestros pobres pasos no dejen de seguir los suyos y que siempre tengamos la fortaleza y la voluntad de no desfallecer y superar los obstáculos que se interpongan en nuestro camino. Amén.