Es posible que la Cuaresma
se nos pase, eso sí, con buena intención, sin apenas darnos cuenta de que es un
tiempo para avanzar, para crecer y para tomar conciencia de la Pasión y Muerte
de nuestro Señor por amor a nosotros. ¡Y para nuestra salvación!
Jesús, el Señor,
entrega su Vida por y para anunciarnos el Amor Misericordioso de nuestro Padre.
Para que, abriendo nuestros ojos nos demos cuenta de que lo importante no son
los sacrificios, las prácticas o cumplimientos, sino la misericordia que, por
supuesto, es inherente al amor. Porque, no puede haber misericordia sin amor.
Por tanto,
Cuaresma es sinónimo de cambio, de conversión de esfuerzo por crecer en el amor
y misericordia. Y no cabe duda de que las privaciones, sacrificios, oraciones y
limosna nos ayudan a generar ese cambio interior en nosotros. Pero, ¡no son conversión,
sino simplemente actos y obras, que si no llevan a un cambio de nuestro corazón
endurecido a un corazón suave, generoso y misericordioso, no hemos hecho – por muchos
cumplimientos, ayunos, limosnas y oraciones, nada!
Lo verdaderamente importante es que nuestro camino cuaresmal sea un camino de tomar conciencia de nuestra pobreza y necesidad de estar unido a Jesús y abierto a la acción del Espíritu Santo, para que cada día seamos un poco más generoso y un poco más misericordioso.